martes, 19 de noviembre de 2013

"APRENDIENDO A REIR" Comentario crítico

La autora Rosa Montero nos plantea claramente su idea sobre el principio de vida que todos deberíamos tener en mente: reír como mejor forma de vivir el presente. Lo defiende gracias a ejemplos de personajes conocidos como Marie Curie, la cual tuvo una vida muy dura debido a que en aquella época las mujeres científicas no eran respetadas al igual que los hombres. Puede que sea por eso por lo que aparece en todas las imágenes que tenemos de ella con semblante serio, sin transmitirnos ninguna sensación de felicidad. Sin embargo, existe una foto en la que ella aparece algo más mayor y con una leve sonrisa en su rostro. Por otro lado, encontramos el ejemplo de Rembradt, un famoso pintor que tuvo gran éxito hasta que su vida se desmoronó con las muertes de su mujer y su hijo y su pérdida de prestigio. A pesar de la desgraciada vida que tenía, tan solo un año antes de morir realizó un autorretrato en el que él aparecía sonriendo, lo que nos indica que aquellos sucesos no le impidieron seguir viviendo. Éstos son claros ejemplos de personas que han logrado aprender a lo largo de los años cuál es el verdadero significado de la vida y como llegar a ser felices. Por desgracia, ser feliz no es algo que consiga todo el mundo. 

Asociamos la felicidad con la risa, que es una respuesta biológica producida por el organismo ante un estímulo y que la solemos expresar tanto por felicidad y satisfacción (en la mayor parte de los casos) como por nerviosismo y disgusto, o cualquier otra sensación. Sin embargo, a pesar de lo fácil que parece reír generalmente no es algo que hagamos con mucha frecuencia. Puede que esto se deba a que no tengamos motivos o simplemente a que no sabemos buscarlos. 

Si nos detenemos a pensar y observamos a nuestro alrededor, nos encontraremos con una situación desoladora: parte de la sociedad vive sin ilusión. Uno de los principales motivos de esta situación es claramente la crisis económica, que nos afecta tanto económicamente como emocionalmente. Nos reduce las posibilidades de realizar aquellas cosas que más nos gusta y nos limita a hacer lo que debemos hacer. ¿De verdad vale la pena malgastar nuestro valioso tiempo en la preocupación? ¿De verdad creemos que la actual crítica situación económica nos hace infelices? Pues siento deciros que estamos muy confundidos. No nos impide reír ni ser felices, simplemente nos lo dificulta. Ni tampoco nos impide aprovechar cada minuto de nuestra vida, simplemente nos roba el tiempo. No nos damos cuenta de ello y  ésto es uno de nuestros mayores defectos.

Desde que tenemos uso de razón vivimos la vida creyendo que es eterna, que siempre va a haber mañana y que habrá tiempo para todo. Por ello nos dedicamos a asegurarnos lo necesario para vivir, olvidando así que la felicidad es imprescindible. Si no somos felices, si no reímos, si no tenemos ilusión... ¿para qué vivir? ¿para trabajar, sufrir y amargarse por cada problema?
Aunque está claro que todo no es coser y cantar y que a lo largo de nuestra vida nos tropezaremos en numerosas ocasiones, debemos sacar de nuestro interior esa esperanza y esas ganas de vivir para afrontar cualquier problema que nos presente la vida. Y por supuesto, la mejor forma de hacerlo es siendo positivo. La mejor arma para luchar contra cualquier conflicto es la risa, como intentaban transmitir Miguel Hernández y Pablo Neruda en sus poemas. La risa es lo único que nos proporciona la fuerza, la paciencia y la capacidad suficiente para afrontar las adversidades y poder vivir el momento porque, como dicen, un día sin reír es un día perdido. Esta es la única manera de aplicar el Carpe Diem a nuestra vida.

Por desgracia ésto no lo aprendemos hasta alcanzada una elevada edad, como les ocurrió a Marie Curie y Rembrandt, que es cuando nos damos cuenta de  todo aquello que hemos hecho mal a lo largo de nuestra vida e inevitablemente nos arrepentimos de ello y nos preguntamos qué hubiera pasado si hubiéramos elegido otros caminos que dejamos atrás. Aunque ya sabemos lo que dicen, más vale tarde que nunca.


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